Langostino Moruno



‘ARISTAEOMORPHA FOLIACEA’

El chorizo de los mares 


Por J.A Gonzales,J.I. santana y grupo de biología pesquera

Es frecuente en Canarias, aunque no tanto como para recomendar una pesquería dirigida específicamente a esta especie, según las conclusiones de los investigadores del departamento de Biología Pesquera del Instituto Canario de Ciencias Marinas.

DESCRIPCIÓNPresenta la morfología general de una gamba. Cuerpo recubierto por un exoesqueleto firme aunque flexible. Caparazón con una fuerte espina en el centro de sus laterales. Cabeza provista de un rostro (cuerno) con el borde ventral liso, alargado en aguja (en hembras), aunque corto (en machos). Ojos bien desarrollados, en el extremo de un pedúnculo. De los 5 pares de patas marchadoras, los tres primeros terminan en pinzas. Los 5 pares de apéndices abdominales están bien desarrollados y son utilizados en la natación. De los 6 segmentos abdominales, el sexto carece de apéndices y termina en un abanico caudal (con dos urópodos nadadores y un fuerte estilete o telson). Color rojo púrpura uniforme.

BIOLOGÍAHabita en todos los océanos, excepto en el Pacífico oriental, enmarcándose su distribución en el área climática circuntropical entre 45º N y 45º S. En el Atlántico oriental: desde Golfo de Vizcaya hasta Cabo Blanco (Sahara Occidental), incluidas las islas Azores, Madeira, Canarias; también en el Mediterráneo. Vive ligado a los fondos, por encima de sustratos fangosos y arenosos, entre 120 y 2.000 m de profundidad, generalmente hasta 700 m. En Canarias, donde es frecuente, ha sido capturado entre 120 y 836 m. Los machos crecen hasta 17 cm, las hembras hasta 22,5 cm. En Canarias, los mayores ejemplares capturados pesaron: 61,5 g (machos) y 186 g (hembras). Las hembras poseen receptáculos de esperma (thelycum) en el vientre, entre el último par de patas. Los machos tienen el primer par de apéndices abdominales transformados en una estructura (petasma) para depositar los sacos de esperma (espermatóforos) en el thelycum, en donde el esperma permanece hasta que la hembra suelta sus huevos. Las hembras maduran sexualmente en verano. Los huevos fecundados son abandonados en el mar. De los huevos nacen larvas que pasan una larga metamorfosis, que requiere tanto de aguas oceánicas como salobres. Hábitos carnívoros; depredadores activos.

INTERÉS PESQUEROEs objeto de pesquerías semi-industriales y artesanales en España, Portugal, Marruecos, Argelia, Italia e Israel, con artes de arrastre de fondo. En el marco de nuestros proyectos Interreg III B Pescprof 1-2-3 (2003-2008) se ha demostrado la presencia de poblaciones de moderada importancia de langostino moruno en Canarias, Madeira y Azores, realizándose capturas esporádicas con nasas de fondo. En Canarias, la discreta abundancia de este recurso no justifica una pesquería dirigida, aunque en una futura actividad marisquera sobre camarón soldado sería una especie acompañante, junto al camarón cabezudo y el cangrejo buey canario.

UTILIZACIÓN Y PREPARACIÓNCarne blanquecina-rosada y relativamente consistente, de buena calidad. Se puede utilizar en fresco, refrigerado o congelado. Se comercializa entero o en colas. Generalmente se prepara a la plancha muy poco hecho y proporciona un excelente aceite para usos culinarios.

MÁS INFORMACIÓN

www.pescprof.net

El langostino moruno se prepara a la plancha muy poco hecho y proporciona un excelente aceite para usos culinarios./ ilustración F. J. TEJERA Y A. BAUTISTA-OCEANOGRAFICA.COM

YO FUI EN EL CORREILLO / 14

Casi todo por la patria 


Por Vicente García Rodríguez
(Embarcó en el correíllo para hacer el servicio militar, la 'mili', en el Sahara Español)

Concluye aquí el relato iniciado en el número anterior, en el que el autor embarcó en el vapor ‘León y Castillo’, gemelo del ‘La Palma’, con destino a África durante su servicio militar iniciado en Gando (Gran Canaria).
Se terminó la faena en El Aaiún y salimos para Cabo Juby. Se metieron unos mares que eran un epílogo, pues casi acaban con nosotros. Te ponías de pie, si podías, y parecías un espantapájaros. Toda la ropa te quedaba larga. Al llegar a Cabo Juby fue necesario anclar pues tampoco había muelle. El barco, debido a la mala mar, no se estaba quieto ni un momento. Fue obligado esperar un poco de bonanza para que las lanchas vinieran a por el pasaje y la carga.
A todas estas y cuando me estaba recuperando del mareo, venían ráfagas de viento que traían el inconfundible olor a tropa: cuero de botas y correajes –¿lo recuerdas mi amigo?– y, por otro lado, el olor ácido de vomitonas que ni el viento lo aliviaba; a uniforme, que a estas alturas tenía tanto salitre impregnado que lo ponías de pie, sin ti dentro, y se quedaba firme y tieso como para pasar revista..., chacho, chacho..., no sigo porqué me acaba de entrar un sudor. Casi todo sea por la patria.

Pie… al agua
Cuando se calmó el panorama, bajamos a las barcazas por la clásica escala con las barandas de soga. Estábamos derrotados sin haber luchado siquiera. La orilla, la anhelada tierra, estaba a unos 200 metros. En las barcazas, remolcadas por unas falúas, sufrimos los últimos zangoloteos. Ya todo me daba igual. Por fin llegamos a la orilla, nos arremangamos los calzones, las botas al cuello, y ayudados por moros al servicio del Ejército, pisamos el continente africano. Algunos de nosotros bajamos de las barcazas “a la pela” –a hombros– de nuestros improvisados porteadores. En nuestras caras llevamos las inequívocas señales del viaje: lívidos y con colores que iban del blanco marfil al amarillo verdoso. Para redondear el tema, el moro que me había ayudado a bajar de la lancha, con su cara de color canelo, llena de pliegues, como un viejo cuero cuarteado, y bailándole la coña berebere en sus ojillos va y me dice: “¿Paisa, cómo te fue el viaje?”.
Cuando pisé tierra, me pueden ustedes creer, mi contento fue más grande que el que sintió don Cristóbal cuando desembarcó en las Américas. Después de unas horas en Cabo Juby, me llevaron en aeroplano a mi destino final, Sidi Ifni. Estos recuerdos te provocan, hoy día, una sonrisa melancólica, una mirada perdida en el tiempo y te puedes preguntar: ¿volverías a por lo mismo si te pagaran bien? La respuesta sería que “ni por dinero, ni de capitán en camarote de lujo”, pero si me pones en los 21 años voy con los ojos cerrados. ¿O no?

El autor del artículo corta leña, en el cuartel de Aviación donde sirvió en Sidi Ifni (1955), tras su travesía en el correíllo ‘León y Castillo’ con un grupo de reclutas que desembarcó en Cabo Juby./ foto CEDIDA POR V. GARCÍA